LA MADRE TIERRA Y SU FERTILIDAD

LA MADRE TIERRA Y SU FERTILIDAD
DEBEMOS CUIDAR, Y AYUDAR A LA TIERRA Y A TODA LA HUMANIDAD, NOS NECESITAN, NOS NECESITAMOS TODOS LOS UNOS A LOS OTROS.

miércoles, 18 de abril de 2012


Expectativas

Las expectativas nacen del apego e identificación a una creencia o imagen mental de cómo tienen que ser las cosas. Si exploramos un poco por debajo de la superficie, veremos que generalmente hay un deseo de controlar, de tener control sobre la situación, persona o personas objeto de nuestras expectativas.

Se dice que tener expectativas es hacer una invitación abierta a la irritación. Para identificar y reconocer nuestras expectativas, un método sencillo es auto-observarnos y detectar aquellos momentos en los que se genera intranquilidad o irritabilidad en nuestra mente.

Con una actitud neutral y honesta, en esos momentos en los que detectamos una reacción interna ante algo que está sucediendo, nos podemos preguntar: “¿A qué resultado estoy apegado? ¿Qué es lo que no encaja con mis expectativas?”.

En el momento en que nos damos cuenta y alcanzamos un nivel de comprensión de lo que nos sucede, gran parte del problema ya ha desaparecido. Cuando reconocemos que tenemos expectativas y que éstas nos impiden mantener tranquilidad y estabilidad en nuestra mente, el siguiente paso es aprender a distanciarnos y desapegarnos internamente de las mismas.

Puede ser en relación al comportamiento de una persona, tenemos la expectativa de que nos trate de cierta manera, o de que no nos critique o de que sea amable, y nada de eso sucede. O bien podemos tener la expectativa de que las cosas sucedan de una forma determinada, de acuerdo a nuestros deseos, y nuevamente nada de lo que esperamos sucede. En cualquiera de estos casos, el indicador de que tenemos apego y expectativas es el nivel de estrés e irritación que se genera en nuestra mente.

Liberarse de expectativas es esencial para disfrutar de la vida desde una mente tranquila y abierta. Un principio que nos ayuda a crear la actitud mental necesaria y desapegada para descartar las expectativas es el de que, en realidad, no podemos controlar nada externo a nosotros, pero lo que sí podemos controlar y manejar plenamente es la actitud interna desde la que respondemos a las situaciones de la vida.


Un corazón abierto


El corazón es como una flor. A no ser que se abra no puede liberar su fragancia hacia el mundo. La fragancia del corazón está constituida por las cualidades y virtudes del espíritu.
La mayoría de nosotros hemos aprendido a cómo mantener nuestro corazón cerrado en un mundo que sentimos que nos lo puede pisotear si no lo protegemos.
Hoy en día, tener un corazón abierto parece requerir una enorme valentía. Sin embargo, esa valentía aparece en nosotros cuando nos damos cuenta de que nadie puede herirnos, no importa lo que digan o hagan.

Pueden herir nuestro cuerpo, pero si hemos comprendido y experimentado que somos un ser espiritual, un alma, entonces nada del exterior puede tocarnos, si así lo decidimos.

Poco a poco, practica abrir el corazón a aquellos que crees que te han herido. Date cuenta de que no fueron ellos quienes te hirieron, fuiste tu mismo. Y eso te enseñó a no confiar y cerraste tu corazón.

Un corazón cerrado está en la necesidad de abrirse. Y cuando lo hagas, habrás empezado el proceso de curación.

Finalmente, para sanar en profundidad las heridas e impresiones que todavía almacenas en el corazón, sumérgete en la meditación en el amor puro e incondicional de la fuente suprema. El amor de Dios está lleno de poder espiritual que limpia y libera el corazón de todo el dolor y el pesar acumulado en el pasado.

Y así tu corazón se vuelve limpio y fuerte. Puedes volver a abrirlo y esparcir su fragancia sin temor.


Instrumentos de Paz

La llamada de este tiempo es una llamada por la paz. No únicamente paz, no sólo de que finalicen los conflictos, sino una llamada para conseguir un profundo estado de calma y tranquilidad, que todas las almas recuerdan como su estado original.

Si queremos conseguir esa paz, primero debemos enseñarnos a nosotros mismos a serenarnos y entonces nos podemos volver pacíficos. Hacerse pacífico significa tomar las riendas de una mente fuera de control y detener los pensamientos dispersos. Una vez que tenemos la atención de la mente, podemos comenzar a persuadirla de que nos lleve al silencio, a un silencio verdadero. No un lugar sin sonido, sino al lugar en el que experimentamos una sensación profunda de paz y una penetrante conciencia de gran bienestar.

No es una mente vacía la que genera este estado de paz. Para entrar en este estado de profundo silencio, debemos entrenar el intelecto en crear pensamientos puros y buenos. Debemos entrenarlo para que se concentre. Nuestros pensamientos de desperdicio nos agobian. Nuestros hábitos de crear demasiados pensamientos y demasiadas palabras agotan el intelecto. Nos tenemos que preguntar: “¿Cómo puedo cultivar el hábito del pensamiento puro?”

¿Quién ansía entrar en el silencio? Soy yo, el ser interior, el alma. A medida que me desapego de mi cuerpo y de las cosas corporales, y me desconecto de las distracciones mundanas, puedo enfocarme hacia dentro, hacia el ser interior. Al igual que un lago perfectamente calmado, cuando todos los susurros del viento se han detenido, el ser interior empieza a brillar, reflejando con serenidad las calidades intrínsecas del alma. Los sentimientos de paz y de bienestar se expanden a través de mi mente y, junto a ellos, los pensamientos de benevolencia.

Me desprendo de todos los pensamientos de descontento y vuelvo a recordar mi condición más intrínseca y genuina del ser. Recuerdo esta calma interna. Aunque no he estado aquí recientemente, lo recuerdo como mi conciencia más fundamental, y un sentimiento de felicidad y de satisfacción emerge en mi interior. En esta condición experimento que cada alma es mi amiga. También soy mi propio amigo. Permanezco en una calma profunda. Estoy en silencio y completamente en paz.

Este profundo pozo de paz es el estado original del alma. Cuando estoy en este estado, siento un flujo de amor hacia la humanidad y experimento un estado más elevado que lo que normalmente llamaría felicidad, es una condición de dicha. Es cuando consigo este estado que puede ocurrir algo verdaderamente milagroso. Cuando estoy en este estado de completo descanso y conciencia del alma, me vuelvo consciente de que otra energía comienza a fluir hacia mí. Siento fortaleza y un poder tan expansivo, que en este momento sé no hay ninguna cosa que no pueda hacer, ningún lugar que no pueda alcanzar.

Cuando esto sucede, experimento la conexión con la energía divina y el flujo del poder de Dios hacia mi ser interior. Si me mantengo enfocado hacia dentro, conectado con esta corriente de poder divino, incluso la manera en que utilice mis sentidos físicos será distinta. Cuando mire el mundo, lo veré a través de mi naturaleza original de benevolencia y experimentaré compasión hacia el mundo.

Es en esta experiencia que reconozco lo que es poder del silencio. Es este poder lo que me transforma internamente, haciendo el alma pura y poderosa. Cuando el alma y Dios están conectados, hay un poder que me alcanza y después, de forma invisible, alcanza a los demás llevando a cabo la transformación en ellos, en la naturaleza, y en el mundo.

El secreto de este poder de silencio es que no tengo que hacer el trabajo de la transformación. El poder divino automáticamente transforma. He de hacer el trabajo interior. He de entrar profundamente en esa experiencia del estado original del ser, y he de entrar en el silencio, de forma que Dios pueda hacer su trabajo a través de mi, su instrumento

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