LA MADRE TIERRA Y SU FERTILIDAD

LA MADRE TIERRA Y SU FERTILIDAD
DEBEMOS CUIDAR, Y AYUDAR A LA TIERRA Y A TODA LA HUMANIDAD, NOS NECESITAN, NOS NECESITAMOS TODOS LOS UNOS A LOS OTROS.

martes, 4 de octubre de 2011

Los mandalas de la Luz y del Color






Determinación y éxito

La transformación del ser implica pasar de una consciencia limitada, atrapada en el nombre y la forma, influenciada por las circunstancias y las opiniones de los demás, a una consciencia espiritual, elevada, amplia e ilimitada, una consciencia que se nutre del conocimiento espiritual y la conexión sutil con Dios, el Alma Suprema.

En el camino de la transformación interior suele suceder que creamos planes, pensamientos poderosos acerca de la atención en particular que necesitamos para alcanzar esta meta. Por ejemplo, un objetivo puede ser levantarse temprano por la mañana para experimentar el silencio y la consciencia del alma en unión con la fuente suprema, una práctica muy esencial para nuestro progreso espiritual.

Sin embargo, con frecuencia, los planes que creamos para nosotros mismos fluctúan o se ven afectados por la entropía, no se aplican con constancia o bien empiezan con firmeza y poco a poco van perdiendo fuerza, hasta que se diluyen por completo, incluso comprendiendo el gran beneficio que supone para el alma el implementarlos.

La palabra clave para conseguir el éxito en nuestros propósitos y objetivos es la determinación. De la misma manera que, en el terreno de las acciones mundanas, cuando consideramos que algo es muy importante o esencial, hacemos todos los esfuerzos necesarios para cumplir con ese objetivo o necesidad, a nivel espiritual se requiere la misma determinación. La intensidad de la determinación siempre depende de los logros prácticos y el beneficio que obtengamos.

Un ejercicio práctico para experimentar con el poder de la determinación es éste: Despertarse temprano por la mañana y diseñar un plan personal para el propio progreso durante el día que empieza. A lo largo del día, mantener ese plan en el intelecto, definiendo en el horario diario en qué momentos vamos a aplicarlo especialmente. Por ejemplo, podemos definir los momentos en que vamos a hacer pausas para experimentar la meditación, o las virtudes especiales que queremos practicar en el ámbito de las relaciones.

Por último, por la noche, revisar hasta qué porcentaje hemos tenido éxito en poner el plan en la práctica. Si no fue posible alcanzar el nivel de éxito deseado, revisar cuáles fueron las causas. Y si hubo éxito, identificar claramente el método especial que nos permitió experimentar progreso. En base a la propia experiencia, podremos después compartir ese método con los demás, facilitando así su progreso espiritual.
Ese es mi propósito, ayudar a los demás a alcanzar la espiritualidad lo más rápidamente posible. ¿Cómo? A través de los distintos talleres que se imparten en el centro Ganesa.
Con amor de:
Araceli Cadavieco

Equilibrio

La mejor señal de equilibrio en una vida es un sentimiento de bienestar, optimismo y una clara conciencia. La base para lograrlo es cuidar la propia espiritualidad, conservar en todo momento un espíritu apacible, afable y reflexivo. De ese modo sabré intuitivamente como satisfacer las diversas responsabilidades. Sólo puedo dar a los demás lo mejor de mí mismo cuando estoy en plena forma.

Para sentir este estado de plenitud debo fortalecer mi capacidad de permanecer estable ante las diferentes situaciones y escenas de la vida. Y junto a la estabilidad, tengo que desarrollar la habilidad de mantener un equilibrio entre:

Ser alegre, pero no excesivamente extrovertido.
Ser sincero, pero no herir.
Ser firme en las ideas pero no arrogante.
Ser humilde pero no sumiso.
Ser rápido pero no impreciso.
Estar contento pero no ser complaciente.
Ser despreocupado pero no ser descuidado.
Ser amoroso pero no apegado.
Ser pacífico pero no pasivo.
Ser disciplinado pero no rígido.
Ser flexible pero no débil.
Ser obediente pero no ciego.
Ser dulce pero no pegajoso.
Ser moldeable pero no tonto.
Ser introvertido pero no cerrado.
Ser decidido pero no testarudo.
Ser valiente pero no agresivo.

El cuidado en nuestras relaciones del día a día.

Cuidar las relaciones

La raíz del sufrimiento, es el apego. Has creado un espacio en tu mente que mantiene a esa persona u objeto como parte de ti mismo.
Cuando se critica, se desprecia o deja de estar contigo esa persona u objeto, sientes dolor en la mente, tienes el sentimiento de pérdida.
Si quieres ser feliz has de aprender a amar y apreciar, manteniendo
al mismo tiempo tu independencia.

La persona sensata sabe que enfadarse con alguien es perder tiempo y energía. Después hay que esforzarse por reconstruir esa relación.
Es mucho más útil, respirar profundamente, poner atención a tu actitud y responder sin apresurarte. De esta manera, mejora y fortalece tus relaciones con los demás, crea confianza y ellos perdonarán tus errores.

Para crear buenas relaciones:
Con tu mente, piensa en lo que puedes aprender de los demás.
Con tus ojos, mira las cualidades de los demás.
Con tus palabras, valora, reconoce y aprecia sus logros.
Con tus acciones, colabora y haz algo por los demás.

Para vivir en paz procura no depender de nadie, pero a la vez
ayuda a los demás a que no dependan de ti.
Ayúdales a ser personas independientes, libres y responsables de sus vidas. De la misma forma asegúrate de no causar pesar o dolor a nadie. Y no permitas que los demás se conviertan en una fuente de dolor para ti.
El gran enemigo de la paz es el ego. El ego te hace juzgar a los demás y pensar en ellos de forma inadecuada. Te hace forzarles a que actúen como tú quieres. De esta manera olvidas que eres un estudiante y que estás aquí para aprender.

Si en lugar de aprender, empiezas a dar consejos, a decir a los demás lo que deberían hacer, y pretendes que cambien, estás olvidando una lección importante de la vida, y es que en tus manos
tan sólo está tu propio cambio personal y no el de los demás. Con Amor de
Araceli R.C.

Taller efectuado por Alzahara en el congreso de Terapias Complementarias de Enfermería 2011 de Biodanza Luz, Sistema Araceli Rosa Cadavieco





meditaciones